Todo sobre MVC: Parte I

En líneas corrientes, MVC es una proposición de diseño de software manejada para añadir sistemas donde se solicita el manejo de interfaces del usuario. Surge de la escasez de elaborar un software más robusto con un ciclo de vida más conveniente, donde se desarrolle la habilidad de mantenimiento, reutilización del código y la separación de definiciones.

Su cimiento es la ausencia del código en tres capas distintas, colindantes por su responsabilidad, y se le llaman Modelos, Vistas y Controladores, o lo que es igual, Model, Views & Controllers, si lo quieren en inglés claro está. En este tema, se estudiará con detalle estas definiciones por lo que el tema se dividirá en partes, así como las ventajas de situarlos en marcha cuando desarrollen.

MVC es un «invento» que ya tiene algunos períodos y fue mostrado inclusive antes de la aparición de la Web. Sin embargo, en los últimos años ha obtenido mucha fuerza y seguidores gracias a la aparición de muchos frameworks de desarrollo web que manejan el patrón MVC como patrón para la arquitectura de las aplicaciones web.

 

¿Por qué utilizar MVC?

La rama de la ingeniería del software se inquieta por elaborar técnicas que afirmen la aptitud en los programas que se elaboran y esa aptitud atiende a distintos parámetros que son codiciados para todo desarrollo, como la organización de los programas o reutilización del código, lo que debe intervenir de forma positiva en la facilidad de desarrollo y el mantenimiento.

Los ingenieros del software se comprometen a estudiar de qué forma se pueden optimar los procesos de elaboración de software y una de las soluciones a las que han llegado es la arquitectura fundada en capas que separan el código en función de sus responsabilidades o definiciones. Por tanto, cuando se estudia MVC lo principal que deben tener en cuenta es saber que está ahí para ayudaros a elaborar aplicaciones con mayor calidad.

Puede que, para que a todos os quede claro las ventajas del MVC haya que echar mano de unos cuantos ejemplos:

  1. Si bien no tenga nada que ver, empecemos con algo tan fácil como son el HTML y las CSS. Al comienzo, en el HTML se combinaba tanto el contenido como la presentación. O sea, en el propio HTML se poseen etiquetas como «font» que funcionan para concretar las peculiaridades de una fuente, o atributos como «bgcolor» que especifican el color de un fondo. El resultado es que tanto el contenido como la presentación estaban ligados y si algún día se pretende modificar la forma con la que se enseña una página, están obligados a modificar cada uno de los archivos HTML que acomodan una web, palpando todas y cada una de las etiquetas que hay en el documento. Con el tiempo se vio que eso no era práctico y se creó el lenguaje CSS, en el que se apartó el compromiso de emplear el formato de una web.

Seguimos con los ejemplos en la siguiente parte de este interesante tema.